200 g de galletas tipo digestive o Graham Crackers
115 g de mantequilla
50 g de azúcar
3 huevos L
1 bote pequeño de leche condensada (370 g)
250 g de queso crema, tipo Philadelphia
Empezamos preparando el molde, engrasándolo con mantequilla. Reservamos.
Con una picadora molemos las galletas, hasta dejarlas polvo. Añadimos el azúcar y removemos. Derretimos la mantequilla y una vez líquida la añadimos, mezclando bien. Volcamos la mezcla en el molde que teníamos preparado y aplastamos con un tenedor o directamente con los dedos, repartiendo bien por toda la base y subiendo lo que podamos por los laterales, intentando dejar la misma altura por todo el molde. Metemos en el frigorífico para que se endurezca un poco mientras preparamos el horno y el relleno.
Precalentamos el horno a 180ºC, con calor por arriba y abajo. Ponemos una bandeja en el centro del horno.
En un bol ponemos el queso crema y lo batimos un poco para hacer una crema. Añadimos la leche condensada y mezclamos. Por último añadiremos los huevos, de uno en uno, y esperando a que se absorba uno para añadir el siguiente. Podemos batir con una batidora de varillas eléctrica, pero a baja velocidad para no introducir demasiado aire y así evitar que luego en el horno la tarta se agriete. También podemos mezclar a mano, ya que los ingredientes son bastante blandos, pero hay que asegurarse de que no queden grumos.
Cuando ya tenemos la mezcla lista, la volcamos sobre la base de galletas que teníamos preparada. Metemos al horno 15 minutos a 180ºC y dejamos cocinar. Pasado el tiempo, bajamos la temperatura a 120ºC y dejamos cocinar unos 60 minutos aproximadamente. Estará lista cuando se vea firme, pero al agitar el molde, el centro aún se tambalee un poco y tenga un aspecto húmedo.
Sacamos del horno y dejamos enfriar. Una vez fría, refrigerar toda la noche.
Se puede congelar, bien envuelta en papel film. Para descongelarla, la dejamos en el frigorífico.
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